domingo, 22 de febrero de 2009

¿SERÁ?

Organizados para no leer.

El centro de la vida literaria está en leer, que es una actividad mental y solitaria, aunque puede vivirse como un diálogo, hasta con cierta animación corporal. José Vasconcelos habló de libros que se leen de pie; que nos mueven a hacer cosas, tomar notas, consultar un diccionario, ver el jardín con otros ojos. Compartir esa animación, hablar de la experiencia de leer, de lo que dice un libro y cómo lo dice, de lo que gusta o decepciona, hace más inteligente la vida social y personal.
Pero hay otras extensiones del mundo literario. Algunas tan periféricas que no requieren la lectura. O tan ajetreadas que no dan tiempo de leer. Paradójicamente, las actividades que dominan “la vida literaria” son las que prosperan sin necesidad de leer.
HACER VIDA SOCIAL EN EL MUNDO LITERARIO SIN LEER

Conocer nombres de autores y de libros en cápsulas informativas y valorativas de enciclopedias, solapas de libros, cubiertas de discos, letreros de museos, programas de espectáculos, anuncios, noticias, entrevistas, frases o juicios escuchados. Información valiosa para alternar en la conversación, orientarse y elegir, porque no hay tiempo de leer todo, y las noticias pueden funcionar como lectura previa, en muchos casos más que suficiente.

Conocer libros por la encuadernación, la tipografía, las ilustraciones, de preferencia en buenas ediciones. Mejor aún, tenerlos en casa, para sentirse acompañado y enseñarlos, con fotos, bustos, ediciones firmadas y reliquias de autores eminentes. Objetos que dan calor (no sólo prestigio) cultural, que decoran” ambientan, embellecen, y que no hace falta leer.

Conocer autores por la encuadernación social. Estar al día de los chismes sobre su vida social, sexual, conflictiva, sobre las peripecias de la fama, el poder y la fortuna. Mejor aún, tratarlos personalmente y de tú, en reuniones que pueden conducir a una familiaridad de muchos años, aunque no necesariamente a la lectura.
No faltan tímidos que se avergüenzan de estar en una cena de homenaje a un autor, por su reciente libro, sin haberlo leído. Pero la gente más mundana sabe que lo importante es el brindis, la alegría, el sentirse parte de una comunidad culta, las sabrosas ocurrencias y chismes de la celebración: lo que dice la fiesta, no lo que dice el libro.

Tampoco faltan inocentes que dan excusas por lo caro que están los libros, lo difícil que es conseguirlos (¡no estaba en cuatro librerías!) y la falta de tiempo para leer; aunque el libro cueste menos que la cena, y leerlo tome menos horas que reunirse, celebrarlo y volver a casa.

Lo importante de la vida social es la vida social, no la lectura, aunque se hable de libros. Lo importante de tratar a los autores es tratarlos, no leerlos. Convivir con el Establishment. Dejar caer, como no queriendo, la alusión que provoca la sorpresa: Pero … ¡lo conoces!

Los actos públicos suelen ser menos divertidos que las cenas privada, pero más democráticos: una oportunidad para los no invitados a las cenas. Ahí está, lo pueden ver, quizá hasta dirigirle una pregunta. Pueden sentir que forman parte de la vida literaria.

Quizás (aunque el porcentaje no es muy alto) animarse a comprar sus libros, sobre todo si los firma, para exhibirlos en la casa como conversation piece. Pero si fuera posible saber cuántos leyeron el libro, antes o después del acto, y no sólo del público, sino de los mismos organizadores y presentadores; quedaría claro para qué es el acto.

Lo importante de la presentación de libros es la presentación, no la lectura. Lo importante es el montaje teatral de un acto que sirve para ganar presencia en la vida social, con anuncios y noticias en los periódicos, la radio y la televisión. Para lo cual no es necesario que los participantes hayan leído libro o piensen leerlo. Basta con que se difunda la manifestación de que el libro existe, el autor existe, la editorial existe, los distinguidos oficiantes del acto y la institución que lo cobija existen, en beneficio de todos ellos. Lo importante es lo que dice el acto, no lo que dice el libro.

Gabriel Zaid
*Diario Reforma/ sábado 24 de enero del 2009

2 comentarios:

Noelia A dijo...

Por eso a Saer no le gustaban las entrevistas... ni la publicidad...

el transeunte dijo...

es muy puntual este post.